jueves, 23 de septiembre de 2010

El barrio en el que crecí

Jugar fulbito los domingos era algo imperdible; un momento eterno en que los fouls, las lisuras, los enfrentamientos, las jodas y el cariño surgían en su propia dinámica. Era mi completa desintoxicación después de una semana cargada de clases en el colegio y de presenciar una segregación total, fruto de aspectos étnicos, económicos y de estatus. Llegar al parque y que te lancen el balón, a su vez que esto amerite una respuesta y sea la silueta que le des lo que marque el prestigio momentaneo lo era todo; y si alguna exclusión había era la del que ese día jugaba mal o no sabía como responder a la chacota. Terminaba el partido y todos regresábamos a ser lo que éramos: personas que querían un momento de diversión para alejar los problemas de casa y los del colegio.


Quizás gran parte de lo que soy lo tiene el amoretti pues fue ahí donde aprendí el valor por el otro, el cariño abnegado hacia un grupo y la adecuada coordinación de respuestas para hacerme valer por mí mismo. Es ahí en donde teníamos que hacer nuestro arco con las piedras de una vieja casa demolida; en ese momento la pista dejaba de ser lo que era; pasaba a ser nuestro territorio al menos por un par de horas... y por supuesto había que defenderlo. Los vecinos nos querían botar pero nosotros seguíamos porfiados, defendiendo lo que habíamos creado y eso nos pertenecía. Luego llegaba serenazgo y nosotros parábamos el balón para que se fueran. Lo cómico del asunto no iba por la complicidad, sino por el hecho de compartir la idea de que viejos a su casa, jóvenes a la calle. No puedo dejar de recordar que aveces bajaban a la cancha los de "demencia", la barra brava de la U de Pueblo Libre. Ellos venían con todo; a quitarnos nuestra cancha, incluyendo nuestras piedras... los insultos empezaban cuando ellos se ponían cerca de la cancha e iniciaban el peloteo entre ellos interrumpiendo nuestra diversión. ¿Kart iba a aguantar eso? un alumno del colegio militar de chorrillos, ¿El Diego? uno de esos bravos que se había quedado huérfano y vivía vendiendo caramelos, ¿San Martín? el hermano de anticucho de Comando Sur, ¿El loco Rafael? el más mechero del colegio Chocano. En fin, muchos amigos que en momentos decisivos debían de luchar por lo que era nuestro: el lugar que forjaba y mantenía nuestra amistad. La primera vez vi cómo se peleaban por defender nuestro territorio; tuve que coger mi primera piedra porque ya a Junior le habían roto la nariz... y lanzarla contra los más temido; imposible olvidar cuando me venían a golpear y Kart en solo 2 patadas se bajaba a Macros (el líder de mecha de "demencia"). Nunca me sentí tan protegido y en ese mismo instante entendí que no solo se trataba de nuestro juego, sino también de defender a los tuyos, cueste lo que cueste.
La joda, el insulto, el foul, el pelotazo, solo despierta a uno, pero la defensa de lo que es de uno, no solo hace que haya audacia, sino un compromiso sincero por lo que uno quiere... es de esta manera que todo lo que uno hacía en ese momento era de uno y en ese instante me sentía libre, déjenme decir que más de unos segundos: son momentos que guardo hasta el día de hoy.

Hoy volvi al barrio, a fumar un cigarro y mirar el amoretti; a lo lejos veía a unos chicos que armaban sus arcos con piedas que encontraban en el parque. La situación fue distinta, ahora solo bastaba con que llegue serenazgo, y que se los cargara. Y así fue, se los llevaron por causar "desorden público". Del PPC el alcalde...

Adios complicidad y destruida por completa la cancha sin los chicos. Adios toda experiencia de sentir por unos segundos duraderos el poder ser libres.

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